domingo, 31 de agosto de 2008

La Fiesta - Primera parte.

Llegaba ya con tres minutos de retraso a la fiesta, eso si conseguia en breve salir de aquel desesperante atasco. La sonrisa boba del taxista, que podia ver a traves del retrovisor me estaba poniendo aun mas nerviosa. Claro que si soy sincera,no era de èl totalmente la culpa.

Me habìa subido la falda para evitar que se arrugara en demasìa y una porcion generosa de muslos lo tenía hipnotizado.

Marta se enfadaría y mucho si no conseguía llegar a tiempo. Me lo había repetido hasta la saciedad: No llegues tarde!!.

Y esta vez me había esforzado porque fuera así. Sabia que mi amiga me perdonaría cuando viese el motivo de mi demora. Falda negra de raso, completamente ceñida, una blusa blanca transparente como un velo con un cuello imposible que llegaba hasta la boca del estomago y que evitaba mas de un infarto gracias a la cascada de chorreras que lo adornaban.

Por supuesto no llevaba sujetador. Mi ropa intima se limitaba a unas minusculas braguitas de encaje blanco acompañadas de ligueros y unas finisimas medias de seda, los altos zapatos tambien de raso completaban el conjunto.

Mi cuello desnudo indicaba a las claras que yo no pertenecia a nadie, cosa que me mortificaba un poco en ese tipo de reuniones en que las sumisas lucian orgullosas los collares de sus Amos como trofeos de guerra, pero viendome todo el mundo comprendia que si yo no tenia amo era simplemete por que no queria.,Mas de uno habria pagado una fortuna por poner su hierro en mi cuerpo.

Pero no...yo no queria solamente un Amo...queria ademas...Mi Dueño absoluto.

El frenazo brusco del taxi me hizo regresar al mundo rapidamente. Pague al buen hombre y como ensayo general de lo que me esperaba, abri las piernas de par en par durante unos instantes para que el esforzado miron no se olvidara de mi en mucho tiempo.Y luego como una princesa altiva baje del coche sin dirigirle ni siquiera una ultima palabra. Eso si...meneando las caderas un poco mas de lo normal para que esa noche tuviera un aliciente mas en sus pequeñas fantasias nocturnas. A la decima de segundo ya me habia olvidado de él para siempre.

Llegue a la entrada de la casa y antes de llamar me "recoloque" todo. El ultimo toque fue ponerme la mascara de plumas, antojo de la anfitriona para aquella velada. Me abrió la puerta del jardin una encantadora jovencita muy amable y algo "achispada".

Llegaba tarde...todo el mundo estaba ya mas que relajado y las risas y las voces suaves daban notas de cristal a la magnifica noche. Busque a Marta entre aquel mar de caras ocultas,una veintena de personas fluctuaban por el cuidado cesped. Logicamente ni rastro de ella si me vió..me ignoro por completo.

Asi que permaneci sola contemplando ahora un poco mas atentamente lo que tenia a mi alrededor. Lo mas llamativo las mascaras, todo el mundo habia cumplido a rajatabla el requisito.

Los señores impecables..aunque empezaba haber algun que otro descamisado y las sumisas como joyas sacadas de un cofre para la ocasion lucian explendidas sus impudicos vestidos.

Cinco o seis ademas del susodicho collar, llevaban magnificas cadenas de paseo y sus amos las mantenian sujetas a su lado. Coji una copa de una bandeja y me sente en una mesita un poco mas apartada bajo un enorme arbol. Aquello no me gustaba, pero poco mas podia hacer por el momento. Saque un cigarrillo de mi bolsito y envuelto en el aroma del mismo me llego otro mas embriagador. Una mano aparecio junto a mi boca como por arte de magia encendiendome el pitillo y una voz suave me pregunto sin ambajes:

-¿Donde esta tu Amo?.

Automaticamente,la mia bajo de tono y obediente respondí:

-No tengo amo...Señor.

-Levantate!- me ordeno-quiero verte.

lo hice lentamente, con la mirada clavada en el suelo, sin percatarme siquiera de que el antifaz no dejariá ver el pequeño detalle de respeto.

El sin embargo no se perdio ni un detalle y notaba su mirada ardiente recorriendome una y otra vez. Su olor ahora mas cercano me hizo aspirar el aire con ansiedad y mi boca se entreabrio para recibirlo de lleno, como premio e inesperadamente note una calida humedad en mi sexo, como si una trompeta de guerra lo hubiera despertado de su letargo.

Trycia

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