El verano queda atrás ya. Otro
verano más, con sus noches tórridas en todos los aspectos. Gente interesante,
viejos amigos y otros nuevos. Algún personaje de esos que no olvidas con
facilidad, que también los hemos tenido.
Y ves pasar, como casi siempre,
novedades y saldos, dicho sea sin el más mínimo respeto. En realidad se lo
curran a fondo y provocan, al menos a mí, una sonrisa y a veces envidia por el
desparpajo con que expresan y exponen sus rincones con la convicción del que ha
descubierto algo que el resto del mundo ignoraba y quiere darlo a conocer desde
el púlpito. En este mundo de egos poderosos y
miradas intensas no se perdona nada, ni el exceso ni el defecto. Y yo no voy a
ser menos, claro.
Aunque el desfile de la estupidez
estival más entretenido este año tengo que reconocer que no ha sido en ningún
evento ni reunión con personas “humanas” con cara y ojos sino en donde menos lo
esperaba, el Feisbú!!!!
Si habitualmente hay gente
pastelera en todos los órdenes de la vida, dispuesta a regalar los oídos o los
ojos con frases cariñosas a quien sea, en ese patio de vecinos me he
sorprendido un día leyendo a diferentes personajes a los que otorgo una enorme
dosis de falsedad en todos sus actos que
realmente me hicieron pasar una mañana muy entretenida.
Aburrimiento veraniego, es
cierto. Pero como siempre, todo lo que ocurre en la vida es una lección de
sabiduría.
Y no, no me creo el más listo de
la clase pero estoy condenado a vivir conmigo mismo y me tolero muchas
licencias. Sobre todo desde que dejaron de importarme muchas cosas, entre otras
la opinión de los demás que ya opinaban sobre mí antes y no siempre para
dejarme amablemente en buen lugar.
De hecho con el tiempo me he enterado de
cosas de mí mismo, de esas que dicen que has dicho o que dicen que has hecho,
que son para ir a entregarme a la comisaría más cercana!!!
Pero esa es una de las lecciones
de la vida, aprender a vivir con uno mismo y procurar caerte bien sin llegar a
levitar o tener erecciones pensando lo bueno que eres comparado con los demás.
Me he vuelto más intolerante, es
cierto. A las tonterías, a las mentiras, a los rollitos de temporada y a la
estupidez ajena. Con la propia ya estoy acostumbrado a vivir y no lo llevo mal,
la verdad. La intolerancia tiene sus ventajas también porque ahorras mucho
tiempo y energía no dedicándoselo a quien no lo merece. Acortas los tiempos de
escucha y atención a determinadas personas y eso es de una higiene mental increíble.
Me pueden llamar borde, grosero o
sobrado pero de verdad, ahorras mucho quebradero de cabeza. Y eso en verano,
con el calor que hace, alivia bastante.
Hay que ver las ventajas a todo,
aunque sea de los comportamientos que a veces son excesivos por la rapidez y
rotundidad de resolución. En realidad son excesivos si los que juzgan son otros
porque a mí me parecen de una delicadeza enorme. Para mí. Lo demás no me
importa.
1 comentario:
Cuentan que cuando una historia de amor del pasado no llega a su fin siempre vuelve a ti.
Te entiendo porque, para mi, este verano ha sido época de reencuentros... con viejos amigos, paisajes del recuerdo y.. historias acabadas.
Un beso.
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